¿Cuál es la mejor hora para ventilar la casa?

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Todos sabemos que hay que ventilar la casa a diario, por motivos tan saludables e higiénicos como renovar el aire, tener más oxígeno, regular la humedad, evitar mohos, reducir la presencia de posibles virus flotantes, eliminar olores, etc. Se debe hacer durante unos 10-20 minutos, dependiendo un poco del nivel de corriente de aire que se genere en tu hogar al abrir las ventanas. Y se debe hacer abriendo todas las ventanas a la vez, no un rato una habitación, luego otra… precisamente para facilitar que se produzcan esas corrientes.

Combinado con unos buenos hábitos de limpieza doméstica (y si quieres, también algún perfume ambientador de agradables notas florales o frutales), una buena ventilación te asegurará tener un hogar saludable y bienoliente.

Ahora bien, lo que no solemos tener tan claro es cuál es la mejor hora del día para ventilar la casa. Mucha gente tiene por costumbre ventilar a primera hora de la mañana, pero la realidad es que, salvo en verano (por el tema del calor), es más conveniente ventilar la casa al mediodía, justo antes de la hora de comer. Te explicamos las razones:

  • Gastas menos calefacción, pues el aire que entra en la casa a esa hora es menos frío que a primera hora de la mañana.
  • Pasas menos frío durante y después de ventilar, por el mismo motivo.
  • Te deshaces de los olores de comida que puede haber a esa hora, justo después de cocinar.
  • Es más cómodo, pues suele ser un momento de descanso, sin las típicas prisas de la mañana antes de ir al trabajo.
  • Y por último, dado que las horas en que más solemos estar en casa es por la tarde y por la noche, ventilando al mediodía en vez de a primera hora de la mañana el aire que respiraremos estará un poco más fresco!

6 peligros de la exposición a los medios digitales

Los medios de comunicación, a los que estamos más expuestos que nunca gracias a los dispositivos portátiles, nos bombardean continuamente con informaciones que satisfacen nuestra curiosidad y nuestra sed de entretenimiento. Pero esa exposición puede tener también algunas consecuencias negativas.

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Aunque nuestros móviles, tablets y otros dispositivos portátiles pueden ser herramientas útiles, estar constantemente expuestos a los feeds de noticias, redes sociales, vídeos cortos, etc., puede llevarnos a una especie de «infoxicación» o sobrecarga informativa, que puede afectar tanto nuestra salud mental como física. Veamos aquí los 6 impactos negativos que encontramos más importantes:

  1. Ansiedad y estrés: La gran cantidad de información y la frecuencia con la que recibimos noticias, muchas veces negativas, puede incrementar el estrés y la ansiedad. Con eventos como desastres naturales, conflictos bélicos o crisis económicas destacando en los titulares, es fácil quedarse atrapado en un ciclo de preocupación constante.
  2. Problemas de concentración: Cambiar de una noticia a otra, saltando entre redes sociales, titulares y vídeos, afecta nuestra capacidad de concentración. La sobreestimulación puede reducir el tiempo que somos capaces de mantener la atención en una sola cosa, haciéndonos más propensos a la distracción.
  3. Desinformación: Las redes sociales y algunos medios se enfocan más en el impacto que en la precisión, lo que lleva a la desinformación. Las “noticias rápidas” y la sobreproducción de contenido buscan captar la atención del usuario, aunque no siempre estén basadas en hechos verificados, y pueden llevarnos a tener percepciones distorsionadas sobre la realidad.
  4. Comparaciones sociales y autoestima: En plataformas donde abundan las imágenes de personas exitosas, vacaciones de lujo y cuerpos “perfectos”, es fácil caer en comparaciones negativas. Estas comparaciones constantes pueden afectar la autoestima, y en casos más graves, llevar a problemas como la depresión o la ansiedad.
  5. Dependencia y adicción: Los algoritmos de las redes sociales y otros medios están diseñados para captar nuestra atención y mantenernos enganchados, lo que puede crear una dependencia. El acto de revisar el teléfono constantemente se convierte en un hábito compulsivo, lo que afecta la productividad y el bienestar general.
  6. Efectos en el sueño: La luz azul de las pantallas y la costumbre de revisar dispositivos antes de dormir pueden interferir con los ciclos de sueño. Este hábito reduce la calidad del descanso y, a largo plazo, afecta la salud física y mental.

Para mitigar estos efectos, lo primero es ser consciente de que estamos siendo víctimas de ellos. Y una vez concienciados, muchos expertos recomiendan practicar la “dieta informativa” o “higiene digital”. Esto incluye acciones como limitar el tiempo de exposición (podemos por ejemplo escoger horarios específicos para informarnos, o usar apps que nos indican cuánto tiempo pasamos en redes y nos avisan al superar cierto límite). También cabe seleccionar unas pocas fuentes de información y descartar el resto. Y buscar actividades alternativas sin pantallas, al aire libre o en interior, que también nos gusten y contribuyan a nuestra salud y bienestar. Y a desconectar, especialmente antes de dormir. De esa manera, podemos encontrar el equilibrio para beneficiarnos en nuestra vida diaria de los modernos medios de comunicación sin quedar atrapados en sus efectos negativos.

¿Qué es una ley integral?

Una «ley integral» es un término que puede tener diferentes significados dependiendo del contexto en el que se utilice. En general, puede referirse a una ley que aborda un tema de manera exhaustiva, considerando diversos aspectos relacionados. Por ejemplo, una ley integral sobre educación podría cubrir aspectos como la financiación de la educación, la formación de docentes, los planes de estudio, la inclusión de personas con discapacidad, entre otros aspectos relevantes.

En otros casos, una ley integral podría referirse a una legislación que aborda múltiples aspectos de un problema o situación específica, en lugar de tratar solo un aspecto particular. Por ejemplo, una ley integral sobre violencia de género podría incluir disposiciones relacionadas con la prevención, la protección de las víctimas, la persecución judicial de los agresores y la sensibilización pública.

En resumen, una ley integral es aquella que se diseñó para cubrir una amplia gama de aspectos relacionados con un tema específico, con el objetivo de proporcionar una solución completa y efectiva.

La ganadería y el cambio climático

Junto a las industrias que generan energía a través de la quema de combustibles fósiles, y los millones de vehículos que por tierra, mar y aire se impulsan usando también ese tipo de combustibles, la ganadería y la producción de carne tienen también un impacto significativo en el cambio climático que está afectando a nuestro planeta. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la ganadería es responsable del 14.5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), lo que la convierte en una de las principales causas del cambio climático. De este tema se ocuparon recientemente unas charlas sobre el cambio climático en Barcelona.

Hay varios factores que contribuyen al impacto de la ganadería en el calentamiento terrestre. En primer lugar, la producción de carne requiere grandes cantidades de recursos naturales, incluyendo tierra, agua y alimentos para animales, lo que conlleva la deforestación, el consumo excesivo de agua y la emisión de gases de efecto invernadero.

Además, la digestión de los rumiantes, como las vacas, produce metano, un gas de efecto invernadero que es 28 veces más potente que el dióxido de carbono. Y estamos hablando de cerca de 1500 millones de cabezas de ganado que hay en el mundo, según la FAO, de los que más de la mitad son de bovino, produciendo metano a diario. Al mismo tiempo, la gestión de estiércol también puede liberar metano y óxido nitroso, otros gases de efecto invernadero.

Por último, la producción de carne requiere grandes cantidades de energía para su procesamiento, transporte y refrigeración, lo que también contribuye a la emisión de los gases que calientan el planeta.

En conclusión, la ganadería tiene un impacto significativo en el cambio climático, por lo que, junto al esfuerzo global por impulsar el uso de las energías renovables, otras acciones dirigidas tanto a reducir el consumo de carne como a promover prácticas de producción sostenibles pueden ayudar también a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar el cambio climático.

Breve radiografía de la enseñanza pública en España

Nadie duda que a lo largo de nuestra vida, la formación es algo fundamental para casi cualquier cosa que nos propongamos lograr en la vida. Lo mismo da si quieres trabajar en la industria de la limpieza, como si quieres dedicarte al mundo de la moda, ser un emprendedor o un hombre de negocios, o si simplemente quieres aprender a conducir una moto para viajar en ella.

Pero antes de poder especializarnos en cualquier cosa, para desempeñar una profesión o dominar una disciplina, todos los ciudadanos necesitan haber recibido una educación general básica, típicamente en la infancia y adolescencia, que es la base para todo lo que se quiera aprender después. En nuestro país esa educación general es obligatoria desde los 6 hasta los 16 años. No obstante, la escolarización de los niños empieza casi siempre antes de esa edad, y el 96% de los alumnos ya están escolarizados con 3 años. Esto convierte a España en uno de los cinco primeros de Europa en tasa neta de escolarización a esa edad.

La crisis económica en esta última década ha supuesto severos recortes presupuestarios sufridos por el sector educativo. Así, el Estado español destinó en 2015 un total de 46.620,8 millones de euros a educación (tanto universitaria como no universitaria), lo que supone solo un 4,32% del PIB de ese año.

Esa cifra subió hasta los 49.418 millones en 2017, pero es una cantidad todavía alejada de los niveles máximos que se alcanzaron en 2009, con un gasto público en educación de 53.895 millones de euros, y que casi representaba el 5% del Producto Interior Bruto nacional.

Si lo comparamos con otros países de nuestro entorno, la aportación del Estado español a educación se mantiene por debajo de la media de la UE, que se sitúa en el 4,9% del PIB. Según datos de Eurostat, los países europeos que destinan un mayor porcentaje de su PIB a educación serían, en orden descendente, Dinamarca (7%), Suecia (6,5%), Bélgica (6,4%), Finlandia (6,2%), Estonia (6,1%), Letonia y Portugal (6%).

En España hay algo más de 8.000.000 de alumnos cursando cada año Enseñanzas de Régimen General en España (Infantil, Primaria, ESO, Bachillerato, FP…). De ellos, un 68% lo hacen en un centro de titularidad pública, y el resto lo hacen en centros de enseñanza privados. La mayoría de estos colegios privados están en régimen concertado, es decir, que son de titularidad privada pero cuentan con financiación pública. Este régimen lo instituyó el Estado español en los años 80 para poder ofrecer enseñanza gratuita universal pese a no disponer de centros públicos suficientes para ello.

Están por último las academias de estudios, las cuales no forman parte de la anterior estadística pero sí forman parte del sistema al actuar como un complemento del mismo a través de clases de refuerzo o ampliación de la enseñanza general. Estas son siempre del sector privado, lo que introduce un elemento de discusión en el debate sobre el acceso igualitario a la educación. La formación online, como comentaba hace poco una amiga en su blog, abre en este terreno oportunidades para ampliar las opciones de la educación universal sin necesidad de grandes inversiones en infraestructura. Pero eso ya es materia para otro artículo.

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